Ven, Espíritu del Padre y del Hijo.
Ven, Espíritu de amor.
Ven, Espíritu de la infancia, de paz,
confianza y alegría.
Ven, gozo secreto
que brilla a través de las lágrimas del mundo.

Ven, vida más fuerte que nuestras muertes terrenales.
Ven, padre de los pobres y abogado de los oprimidos.
Ven, Luz de la verdad eterna
y amor derramado en nuestros corazones.

Ven, renueva y amplía
tu visita al interior de nosotros mismos.
En ti confiamos.
Te amamos a ti,
porque eres tú el amor.
En ti, tenemos a Dios como Padre
porque en nuestro interior, gritas:
"¡Abba, Padre amado!”

Quédate en nosotros,
no nos abandones,
ni en la dura lucha de la vida,
ni en la hora en que llegará a su fin
y estaremos solos.

¡Ven, Espíritu Santo!

Solo desde el amor

 

Sólo desde el amor
la libertad germina,
sólo desde la fe
van creciéndole alas.

Desde el cimiento mismo
del corazón despierto,
desde la fuente clara
de las verdades últimas.

Ver al hombre y al mundo
con la mirada limpia
y el corazón cercano,
desde el solar del alma.

Tarea y aventura:
entregarme del todo,
ofrecer lo que llevo,
gozo y misericordia.

Aceite derramado
para que el carro ruede
sin quejas egoístas,
chirriando desajustes.

Soñar, amar, servir,
y esperar que me llames,
tú, Señor, que me miras,
tu que sabes mi nombre.

Padre nuestro, Padre de todos

Padre nuestro,
padre de todos,
líbrame del orgullo
de estar solo.

No vengo a la soledad
cuando vengo a la oración,
pues sé que, estando contigo,
con mis hermanos estoy;
y sé, estando con ellos,
tú estás en medio, Señor.

No he venido a refugiarme
dentro de tu torreón,
como quien huye a un exilio
de aristocracia interior.
Pues vine huyendo del ruido,
pero de los hombres no.

Allí donde va un cristiano
no hay soledad, sino amor,
pues lleva toda la Iglesia
dentro de su corazón.
Y dice siempre "nosotros",
incluso si dice "yo".

A mi Maestro de Nazaret
A mi Maestro de Nazaret