La vida es un continuo regalo y Dios no se cansa de dárnosla. Son momentos especiales que cambian, que transforman nuestras vidas, que las llenan de alegría y entusiasmo haciendo que el corazón se emocione latiendo de gozo, como cuando un niño pequeño recibe su regalo en la noche de Reyes. Con nervios, con emoción con asombro y con el alma a punto de estallar de tanta alegría.
Así es como nos sentimos ahora. Como niños. Como los hijos de un Dios vivo hecho ternura y esperanza. El primer fin de semana de noviembre vivíamos de forma muy intensa un gran momento para todos nosotros, los dominicos. En Madrid, en la Parroquia de San Pedro Mártir celebrábamos con una Eucaristía la Apertura del Año Jubilar Dominicano. 800 años amando y dando vida, predicando por las calles, plazas y caminos del mundo. Frailes, monjas, laicos y religiosas nos reuníamos en un sólo corazón para vivir, celebrar y compartir durante el fin de semana este instante de luz y gratitud por la apertura del año Jubilar, 800 años caminando juntos, mirando hacia un mismo horizonte con el sueño y el deseo de ir contrayendo y construyendo una nueva vida para poder continuar con fuerzas renovadas el proyecto de Domingo, ese hermoso sueño que él tuvo al dar Vida a la Orden de Predicadores.
El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, tuvo unas bellas palabras en las vísperas celebradas en el Monasterio de Santo Domingo el Real, la tarde del 7 de noviembre, alabando la misión de la Orden. Nos animaba e invitaba a dar gracias a Dios, a sentirnos llamados a vivir la Fe. Y no sólo a vivirla, sino también a trasmitirla y a ayudar a otros a descubrirla en su interior, estar ocupados y preocupados en regalar la Gracia, el Amor y la Misericordia.
Unos días realmente especiales que han quedado muy grabados en el corazón de todos los que nos sentimos hijos e hijas de Domingo.
Pero no con menos emoción e ilusión seguimos celebrando este Jubileo. El domingo 15 de noviembre, fiesta de San Alberto Magno, uno de los grandes dominicos de la Orden, vivíamos y celebrábamos en comunidad, en nuestra casa, con nuestros hermanos de la Fraternidad “Amigos de Dios”, y amigos de la parroquia, nuestra particular y personal apertura de este Jubileo Dominicano. Con el inmenso regalo de tener entre nosotros, celebrando y presidiendo la Eucaristía, a nuestro hermano Fray Miguel de Burgos OP y concelebrando junto a él nuestro capellán Israel.
Al comienzo de la ceremonia encendíamos nuestro cirio sintiéndonos todos enviados a predicar el Evangelio de la Misericordia, a ser Evangelio Vivo en nuestro mundo.
En su homilía nuestro hermano hacía mención a Prulla, lugar de Francia donde Domingo reunió a unas cuantas mujeres para salvarlas de la herejía. Con las que quiso comenzar su gran Obra, fundar la Orden de Predicadores. Prulla, de ella nacimos y hemos crecido para continuar esta hermosa obra.
Domingo entendía que el Evangelio puede cambiar el corazón de los hombres y esa es la razón que le llevo a fundar la Orden de Predicadores, para predicar el Evangelio, para vivir la Verdad, Para amar entregados y sin condiciones. Se nos decía como entre tanto dolor que vemos y sentimos en el mundo en el que vivimos; París, Líbano,.. y tantos lugares donde hay muerte y destrucción, la Familia de Domingo permanece y eterniza deseando hacerse viva y latente. Que no es otra cosa que el deseo de Domingo de cambiar los corazones de aquellos que siguen destruyendo la vida, de aquellos que siguen sembrando esta tierra nuestra, de dolor y terror. Domingo quiere llevar el Evangelio al corazón para llenarlo de paz y de la misericordia de Dios. Domingo nos enseña a vivir el Evangelio de la Libertad. Porque Cristo nos quiere libres y no busca otra cosa que transmitamos esa misma Libertad.
Sí, son muchos los regalos que Dios nos hace a cada momento. Y nos encontramos gustando uno muy especial y a la vez que nos llama a la responsabilidad. Seguir celebrando y compartiendo, en fraternidad, estos 800 años de Alegría, de Vida de Predicación, de Oración y Contemplación. Estamos llamados, en este año Jubilar, y todos los años que nos queden de vida, a continuar la obra de Domingo, a seguir haciendo realidad su sueño, a continuar peregrinando por los caminos del amor, de la paz y de la misericordia. Todos juntos, como hermosa familia en el mundo caminando hacia un nuevo futuro de luz, a seguir anunciando y llevando a todos los seres humanos un Evangelio que enamora y da la Vida, que estará posado en nuestros labios y en nuestro corazón hasta el último aliento de nuestra existencia.
FELIZ AÑO PARA TODOS.