Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo Nombre. (Sal 103)

Este salmo, el preferido de Sor Mª Mercedes, fue el último que rezó conscientemente, la tarde del martes, 9 de febrero, en el hospital de San Juan de Dios, rezando el oficio de lecturas del miércoles de ceniza.

 

Hoy, quiero rezarlo en su nombre, agraciándole a Dios los años que he compartido con ella. Sor Mª Mercedes fue la monja que la comunidad designó para que me acompañase en mis primeros pasos en la vida consagrada dominicana. Así mismo, Dios tuvo a bien que yo la acompañase en sus últimos momentos. Por ello, bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios.

 

El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. Sí, Dios es el único que puede perdonar toda la carga de pecado que nuestra debilidad y miseria van asumiendo. Curar nuestras enfermedades y rescatarnos de la fosa, y paradójicamente, lo hace a través de “la hermana muerte”, pues sólo así, gozaremos plenamente de su amor y su ternura.

 

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Sor Mª Mercedes se identificó con éste Dios, bondadoso y compasivo, pacífico y pacificador. En ella siempre encontrabas las palabras justas y oportunas. Sabía escuchar y dar buenos consejos. Era una mujer discreta y amante de la paz.

Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo. Sin duda, esta era su experiencia de Dios, la de un Padre cariñoso que nos conoce plenamente y está siempre cerca de sus hijos para cuidarlos y acogerlos. Esta experiencia de Dios Padre, la hizo ser una mujer cercana y acogedora, pendiente de las necesidades de la comunidad y de todos los que la rodeaban, familiares, frailes, sacerdotes, amigos, bienhechores. Todos estaban en su corazón orante y a todos prestaba sus servicios. ¡Cuántas labores salieron de sus manos! El día de su entierro, concelebraron nueve sacerdotes, todas las estolas que llevaban ese día, fueron hechas por ella.

Pero el amor del Señor permanece para siempre, y su justicia llega hasta los hijos y los nietos de los que lo temen y observan su alianza, de los que recuerdan sus preceptos y los cumplen. Así es, las personas que son fieles al Señor, que observan su alianza y cumplen sus preceptos, son un ejemplo para las nuevas generaciones. Sor Mª Mercedes nos ha dejado un testimonio de entrega generosa a su vocación contemplativa dominicana, hasta el último momento. Y eso lo hemos apreciado y valorado todas las hermanas, hasta la joven postulante que sólo pudo convivir con ella treinta y cinco días.

Este año, su Pascua se adelantó, pero, en realidad, ella hizo su recorrido; subió con Jesús a Jerusalén y cumplió todo lo que estaba escrito. Ahora goza de la dicha del Señor en el país de la vida y contempla, cara a cara, el rostro de su Dios que tan ardientemente buscó en este mundo, entre nosotras.

¡Bendice, alma mía, al Señor!

 

 

Sor Mª Montserrat de la Cruz OP

            Eva Mª, nuestra postulante, la mañana del sábado día 16 de enero, fue a visitar a Sor Mª Mercedes a su celda. Ésta le regaló a la joven una estampa del Espíritu Santo que le gustaba mucho y Eva le dijo: - me da pena que te desprendas de ella.- A lo que Sor Mª Mercedes respondió: - No importa, para lo que me queda de vida....-

 

 

            La joven, consciente del momento y de que esas palabras sonaban a despedida, se sintió movida a escribir estos versos. Días después, la tarde del 10 de febrero, miércoles de ceniza, Sor Mª Mercedes moría en la habitación 312 del Hospital San Juan de Dios de Bormujos, acompañada por dos de sus hermanas de comunidad.

A LA VIDA QUE SE VA,

 

 

Por Eva María Álvarez (Postulante) a Sor María Mercedes, sábado, 16 de enero de 2016

 

 

Quiero escribir los versos

a la flor que se deshace

en un viento de otoño;

a la brisa ya estancada de sus 81 primaveras

en los pliegues de sus manos,

de lo eterno del breviario

y las infinitas cuentas de su rosario.

Sabe Dios que quiero

y no puedo recitar

los versos más bellos

a la vida que se va.

Es la vida del triste girasol

que se rinde ante su Señor.

A las puertas del Altísimo

el eco de su coro

estremece al retumbar

la voz que en un impulso

aún alcanza a alabar.

Voz que se apaga;

durante la noche,

bendice al Señor.

En todo momento.

Un gesto simple,

un abrazo, quizás;

lo más fuerte que componga

la vereda hacia la paz.

Sabe Dios que quiero

y no puedo recitar

los versos más bellos

 

a esa vida que se va…


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Comentarios: 3
  • #1

    esperanza (viernes, 11 marzo 2016 15:56)

    gracias por compartir las lindas reflexiones y ese verso tan precioso. Ene verdad era un alma privilegiada, una hija de Dios humana y cercana, llena de Amor a Dios y a sus hijos. Todo un ejemplo de vida y de buena y esperada muerte en el Señor, siendo consciente de que El es la Resurrección y la Vida sin límites. Que desde su descanso nos acompañe y siga ayudandonos. abrazos.

  • #2

    Juan Miguel Garcia (viernes, 11 marzo 2016 17:37)

    Para mis queridas monjas mis condolencias por el fallecimiento de Sor. Mercedes.

  • #3

    Sor Isabel Mª Gutiérrez OP (miércoles, 23 marzo 2016 15:49)

    Queridas Hermanas: Me ha impactado lo del salmo, es también el mío. Hace muchos días que quería hacerme cercana, no pensaba por aquí, pero no importa. A todas os recuerdo, pero a ti Sor Montse, sé que era tu M.Maestra y eso marca. Un gran abrazo a todas con mi cariño. La poesía de Eva, preciosa. Sor Isa OP.