DOMINGO LUZ DE LA IGLESIA

"Si alguien os pregunta de que profesión de que regla o de que orden sois, responded que sois de la regla primera y principal de la religión cristiana, es decir, del Evangelio, fuente y principio de todas las reglas, no hay otra regla que el Evangelio" (Reglas monásticas de Occidente, Magnano 1989,216-217)


A Santo Domingo se le da el apelativo de LUZ DE LA IGLESIA. Si esto es así, quiere decir que su vida y su carisma no sólo ha iluminado a sus hijos y seguidores, sino a todos los que formamos esta Gran Familia Eclesial. En este año dedicado a la Vida Consagrada en todas sus formas, queremos compartir la experiencia de consagrados cercanos de algún modo a la Orden de Predicadores y a este Monasterio.

Por sus frutos los reconoceréis. (Mt. 7, 20)


Ahí es donde me sitúo como hermano marista que desde hace tiempo llevo en contacto con la familia dominicana. Sus frutos, su vida, fiel reflejo evangélico del anunciad la Buena nueva a los pueblos, a los sedientos de Dios, a los que sufren la injusticia y la falta de reconocimiento de su dignidad de hijos e hijas de Dios, se hace visible de forma permanente a lo largo de los siglos. Podemos señalar incontables dominicos y dominicas con nombres y apellidos, que predican esta Buena Nueva con su palabra estudiada, orada y con sus vidas, a veces en medio de grave riesgo.

Santo Domingo, que estuvo atento a las necesidades de la Iglesia y del mundo y salió a lo que ahora llamamos periferias del pensamiento y de la teología, se sentirá orgulloso de la gran familia que sigue sus pasos.

Al veros, siento una llamada a la coherencia, a seguir el proceso de encarnar la Palabra en la vida y en cualquier forma de expresión. 


Ernesto Tendero H. Marista

 


 

 

 

Atención: Los campos marcados con * son obligatorios.