El monasterio de Santa María la Real de Sevilla fue fundado por iniciativa de una mujer conocida como María la pobre. Éste se acogió a la Regla y Constituciones de la Orden de Predicadores, convirtiéndose así en el primer convento de dominicas contemplativas de la ciudad. El 13 de diciembre de 1409 es la fecha de la fundación de este monasterio en la calle de San Vicente.

 

En 1511 las hermanas del monasterio de Nuestra Señora del Valle de Sevilla, se unieron al de Santa María la Real por orden del arzobispo Fray Diego de Deza. Más tarde, en 1835, coincidiendo con la Desamortización de Mendizábal, también el monasterio de Santa María de Gracia de Sevilla se unió al de Santa María la Real.

 

La revolución de 1868 que destronó a Isabel II, hizo abandonar temporalmente el convento a las dominicas. Éstas se refugiaron en la casa de las monjas franciscanas de Santa Clara. Siete años después las monjas vuelven a su monasterio. Consta que en 1886 se derrumbó el techo del coro. Las monjas se movilizaron para reunir el dinero necesario para las obras. Familias de la ciudad colaboraron generosamente en la restauración. Aún así, se vieron obligadas a vender parte del edificio para costear todos los gastos. Cuando la situación mejoró, tras las obras oportunas, en 1931 se proclama la II República. En ese momento histórico, las dominicas tuvieron que abandonar el monasterio de nuevo y refugiarse, como seglares, en casas particulares. Cuando los ánimos se calmaron, volvieron al convento.

 

Aún así, no duró mucho el tiempo de paz. En 1936 estalla la Guerra Civil. En 1939, la situación del edificio era de ruina total. Las hermanas tuvieron que vender otra parte importante del convento para poder mantener el resto que estaba seriamente afectado.

 

El 20 de junio de 1972, se une a Santa María la Real la comunidad de Santa María de los Reyes, también de Sevilla. En cuanto al edificio conventual, éste sobrevivió hasta 1974 pero en estado ruinoso, lo que obligó a las monjas a vender el terreno y trasladarse a otro lugar.

 

Fue entonces cuando los Padres Dominicos de la Provincia Bética, que tenía como estudiantado un piso de la calle Severo Ochoa, consideraron oportuno comprar el edificio a sus hermanas dominicas, instalando allí el Estudio General de la Provincia.

 

El día 15 de abril del año 1974 salen algunas monjas, acompañadas por el Padre Asistente y el padre Antonio García del Moral para ver la finca del Sr. Marqués de Salinas, frente a Nueva Sevilla, término de Bormujos. El lugar era conocido como Los Candeleros. El 4 de septiembre de ese mismo año se efectúa la compra.

 

Las obras del convento comenzaron en marzo de 1975 y se terminaron en septiembre del año siguiente; por falta de recursos no se pudo abordar la construcción de la Iglesia como se pretendía. El día 7 de octubre de 1976, solemnidad de Ntra. Madre del Rosario, tiene lugar la inauguración del Monasterio. La celebración comenzó a las 10 de la mañana con una solemne Eucaristía presidida por el Sr. Cardenal Bueno Monreal, P. Luís Muñoz, a la sazón Prior Provincial de la Bética, el Vicario Episcopal de Religiosas, D. José María Piñero; varios frailes dominicos de los conventos de Andalucía; otros religiosos y sacerdotes de la diócesis, entre ellos los Párrocos de Bormujos y Castilleja de la Cuesta y el Capellán de las monjas, que por esas fechas era D. Angel Pérez, fallecido el año 1.998.

 

A partir de ese momento, comienza una nueva etapa para la comunidad. Poco a poco, ésta se dio cuenta de cómo Dios hace siempre su designio con sus hijas: lo que al principio fue ruina y onerosa deuda se tornó en un nuevo proyecto de vida espiritual en el corazón del Aljarafe.

 

La comunidad descubrió que este lugar, llamado Los Candeleros, era el cumplimiento de aquellas palabras de Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la luz del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo (Mt 5, 14-16). Responsables de que esa Luz llegue a los corazones de nuestros hermanos vecinos y confiadas plenamente en Dios, las hermanas aceptamos este proyecto que Dios ponía en nuestras vidas.

 

El 8 de julio de 1978 es nombrado Capellán D. Juan Manuel García Junco. Éste toma también posesión de la Parroquia de la barriada Nueva Sevilla que va creciendo por día; nuestra capilla hace de Templo Parroquial hasta que dispongan del propio. Aquí, la parroquia celebra el día 15 de julio de 1978 su primer bautizo. El 19 de agosto, la primera boda y el 20 del mismo mes, la Ordenación Sacerdotal de José Manuel González González, Misionero Comboniano y hermano de Sor Isabel González, hija de éste Monasterio. Asimismo, conoce el dolor de nuestros vecinos celebrando el primer funeral 13 de septiembre de 1978. De este modo desde el 8 de julio de 1978 hasta el 20 de septiembre de 1981 en que se inaugura la Parroquia del Divino Salvador de Nueva Sevilla, estuvimos al servicio total de nuestros queridos vecinos con todo lo que éramos y teníamos.

 

La comunidad de Santa María la Real y la comunidad parroquial del Divino Salvador tuvieron la fortuna de comenzar juntas un camino fraterno, que se prolonga hasta hoy; así se hacen visibles y palpables las palabras de nuestras Constituciones que dicen: las monjas, creciendo en caridad en medio de la Iglesia, extienden el pueblo de Dios con misteriosa fecundidad... (LCOM, V)

 

El 6 de enero de 1987 fue un día inolvidable para la pequeña historia de esta fraternidad dominicana. Fallece la Madre San Miguel, realmente una madre no sólo para las monjas sino para todo el que tuvo la suerte de tratarla. El entierro se celebró en el patio central del Monasterio por la cantidad de personas que asistieron a reconocer su valía y decirle el último adiós. Una treintena de sacerdotes oficiaron las honras fúnebres de la que aún sigue siendo recordada como alma de esta casa. Su muerte fue fecunda para la comunidad; ese mismo año, en el día de Ntro. Padre Santo Domingo, las hermanas vivieron la alegría de la primera toma de hábito de esta casa.

 

 

El 1992 también fue un año de gracia para la comunidad. El 5 de abril se fusiona el convento de Santa Catalina, virgen y mártir, de Osuna con este de Santa María la Real. El traslado de las monjas se hizo meses más tarde. El 7 de junio nuestra fraternidad tiene la oportunidad de vivir el gozo de la profesión solemne de una de sus hermanas: y este mismo gozo se repetiría el 11 de julio con otra profesión solemne, celebrándose ésta en la nueva iglesia aún sin terminar. Y por último, y aún en el mismo 1992, celebramos la inauguración de la nueva iglesia. En la consagración del nuevo templo, presidida por fr. Carlos Amigo, Arzobispo de Sevilla, concelebraron el P. Provincial de los Dominicos, Fr. Manuel Uña Fernández, veinte sacerdotes más, entre los que se contaban los que habían atendido a la comunidad como capellanes.

 

 

Nuestra Comunidad celebró con gozo y alegría el VI centenario de la fundación del Monasterio Santa María la Real. Un año de gracia inaugurado el día 25 de marzo de 2009, día de la Encarnación, y clausurado el 8 de mayo de 2010, Patrocinio de la Bienaventurada Virgen María sobre toda la Orden.

 

 

 

El monasterio de Santa María la Real de Sevilla fue fundado por iniciativa de una mujer conocida como María la pobre. Éste se acogió a la Regla y Constituciones de la Orden de Predicadores, convirtiéndose así en el primer convento de dominicas contemplativas de la ciudad. El 13 de diciembre de 1410 es la fecha de la fundación de este monasterio en la calle de San Vicente.

 

En 1511 las hermanas del monasterio de Nuestra Señora del Valle de Sevilla, se unieron al de Santa María la Real por orden del arzobispo Fray Diego de Deza. Más tarde, en 1835, coincidiendo con la Desamortización de Mendizábal, también el monasterio de Santa María de Gracia de Sevilla se unió al de Santa María la Real.

 

La revolución de 1868 que destronó a Isabel II, hizo abandonar temporalmente el convento a las dominicas. Éstas se refugiaron en la casa de las monjas franciscanas de Santa Clara. Siete años después las monjas vuelven a su monasterio. Consta que en 1886 se derrumbó el techo del coro. Las monjas se movilizaron para reunir el dinero necesario para las obras. Familias de la ciudad colaboraron generosamente en la restauración. Aún así, se vieron obligadas a vender parte del edificio para costear todos los gastos. Cuando la situación mejoró, tras las obras oportunas, en 1931 se proclama la II República. En ese momento histórico, las dominicas tuvieron que abandonar el monasterio de nuevo y refugiarse, como seglares, en casas particulares. Cuando los ánimos se calmaron, volvieron al convento.

 

Aún así, no duró mucho el tiempo de paz. En 1936 estalla la Guerra Civil. En 1939, la situación del edificio era de ruina total. Las hermanas tuvieron que vender otra parte importante del convento para poder mantener el resto que estaba seriamente afectado.

 

El 20 de junio de 1972, se une a Santa María la Real la comunidad de Santa María de los Reyes, también de Sevilla. En cuanto al edificio conventual, éste sobrevivió hasta 1974 pero en estado ruinoso, lo que obligó a las monjas a vender el terreno y trasladarse a otro lugar.

 

Fue entonces cuando los Padres Dominicos de la Provincia Bética, que tenía como estudiantado un piso de la calle Severo Ochoa, consideraron oportuno comprar el edificio a sus hermanas dominicas, instalando allí el Estudio General de la Provincia.

 

El día 15 de abril del año 1974 salen algunas monjas, acompañadas por el Padre Asistente y el padre Antonio García del Moral para ver la finca del Sr. Marqués de Salinas, frente a Nueva Sevilla, término de Bormujos. El lugar era conocido como Los Candeleros. El 4 de septiembre de ese mismo año se efectúa la compra.

 

Las obras del convento comenzaron en marzo de 1975 y se terminaron en septiembre del año siguiente; por falta de recursos no se pudo abordar la construcción de la Iglesia como se pretendía. El día 7 de octubre de 1976, solemnidad de Ntra. Madre del Rosario, tiene lugar la inauguración del Monasterio. La celebración comenzó a las 10 de la mañana con una solemne Eucaristía presidida por el Sr. Cardenal Bueno Monreal, P. Luís Muñoz, a la sazón Prior Provincial de la Bética, el Vicario Episcopal de Religiosas, D. José María Piñero; varios frailes dominicos de los conventos de Andalucía; otros religiosos y sacerdotes de la diócesis, entre ellos los Párrocos de Bormujos y Castilleja de la Cuesta y el Capellán de las monjas, que por esas fechas era D. Angel Pérez, fallecido el año 1.998.

 

A partir de ese momento, comienza una nueva etapa para la comunidad. Poco a poco, ésta se dio cuenta de cómo Dios hace siempre su designio con sus hijas: lo que al principio fue ruina y onerosa deuda se tornó en un nuevo proyecto de vida espiritual en el corazón del Aljarafe.

 

La comunidad descubrió que este lugar, llamado Los Candeleros, era el cumplimiento de aquellas palabras de Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la luz del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo (Mt 5, 14-16). Responsables de que esa Luz llegue a los corazones de nuestros hermanos vecinos y confiadas plenamente en Dios, las hermanas aceptamos este proyecto que Dios ponía en nuestras vidas.

 

El 8 de julio de 1978 es nombrado Capellán D. Juan Manuel García Junco. Éste toma también posesión de la Parroquia de la barriada Nueva Sevilla que va creciendo por día; nuestra capilla hace de Templo Parroquial hasta que dispongan del propio. Aquí, la parroquia celebra el día 15 de julio de 1978 su primer bautizo. El 19 de agosto, la primera boda y el 20 del mismo mes, la Ordenación Sacerdotal de José Manuel González González, Misionero Comboniano y hermano de Sor Isabel González, hija de éste Monasterio. Asimismo, conoce el dolor de nuestros vecinos celebrando el primer funeral 13 de septiembre de 1978. De este modo desde el 8 de julio de 1978 hasta el 20 de septiembre de 1981 en que se inaugura la Parroquia del Divino Salvador de Nueva Sevilla, estuvimos al servicio total de nuestros queridos vecinos con todo lo que éramos y teníamos.

 

La comunidad de Santa María la Real y la comunidad parroquial del Divino Salvador tuvieron la fortuna de comenzar juntas un camino fraterno, que se prolonga hasta hoy; así se hacen visibles y palpables las palabras de nuestras Constituciones que dicen: las monjas, creciendo en caridad en medio de la Iglesia, extienden el pueblo de Dios con misteriosa fecundidad... (LCOM, V)

 

El 6 de enero de 1987 fue un día inolvidable para la pequeña historia de esta fraternidad dominicana. Fallece la Madre San Miguel, realmente una madre no sólo para las monjas sino para todo el que tuvo la suerte de tratarla. El entierro se celebró en el patio central del Monasterio por la cantidad de personas que asistieron a reconocer su valía y decirle el último adiós. Una treintena de sacerdotes oficiaron las honras fúnebres de la que aún sigue siendo recordada como alma de esta casa. Su muerte fue fecunda para la comunidad; ese mismo año, en el día de Ntro. Padre Santo Domingo, las hermanas vivieron la alegría de la primera toma de hábito de esta casa.

 

 

El 1992 también fue un año de gracia para la comunidad. El 5 de abril se fusiona el convento de Santa Catalina, virgen y mártir, de Osuna con este de Santa María la Real. El traslado de las monjas se hizo meses más tarde. El 7 de junio nuestra fraternidad tiene la oportunidad de vivir el gozo de la profesión solemne de una de sus hermanas: y este mismo gozo se repetiría el 11 de julio con otra profesión solemne, celebrándose ésta en la nueva iglesia aún sin terminar. Y por último, y aún en el mismo 1992, celebramos la inauguración de la nueva iglesia. En la consagración del nuevo templo, presidida por fr. Carlos Amigo, Arzobispo de Sevilla, concelebraron el P. Provincial de los Dominicos, Fr. Manuel Uña Fernández, veinte sacerdotes más, entre los que se contaban los que habían atendido a la comunidad como capellanes[1].

 

 

Ahora, en este año 2.001, en que celebramos el XXV aniversario de traslado a este lugar evocamos nuestra historia en estos rasgos que hemos señalado. Damos gracias a Dios, pues en todo momento hemos visto su mano de buen padre que nos ama y cuida como a las niñas de sus ojos. Nos hubiera gustado haber respondido con la misma fidelidad a la bondad de Dios nuestro Padre; si así no ha sido, a Él, en primer lugar, y a todos, pedimos fraternamente perdón.

 

Comenzamos ahora un tiempo nuevo en el que escuchamos la voz esperanzadora de nuestro Dios y Señor que nos dice por boca de Isaías: No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo. Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando ¿no lo notáis? (Is 43, 18-20)

 

Terminamos con las palabras que nuestro hermano Fr. José Antonio Solórzano OP. dirigió al Señor en una oración:

Ya sé, señor, que por sus frutos los conoceréis. Mis frutos – que son tuyos, porque tú eres quien llamas, eliges y seduces; yo sólo puse un medio para dar respuesta a tu eterna llamada -, sabes que son muchas vidas de hombres y mujeres que se adhirieron a la pasión de la verdad, de tu Verdad... No sólo mereció la pena, sino que mereció la alegría.



[1] D. Juan Manuel García-Junco, 8 de julio de 1978; D. Pedro Arenal, 7 de octubre de 1979; D. Manuel González, 1 de noviembre de 1981; fr. Pedro León Moreno OP., 19 de septiembre de 1987; D. Carlos Coloma Ruiz, 11 de octubre de 1998