DOMINGO, LUZ DE LA IGLESIA

La Humanidad de Cristo humaniza al hombre de hoy… Desde la Clausura

En la gracia y la luz que irradia la vida de santo Domingo de Guzmán, extraemos una enseñanza profunda y clara para nuestra vida contemplativa y la de nuestros hermanos en el mundo.

Cuadro del  retablo de Nuestra Señora del Rosario en el Monasterio de la Madre de Dios. (Buenafuente del Sistal).

Somos una comunidad de monjas cistercienses. Esto significa que nuestro carisma brota de la Regla de San Benito (s. VI). Él nos llama a la Escuela del Servicio Divino. En el siglo XI, los santos Roberto, Alberico y Esteban fundarán la orden cisterciense, con el deseo de una vivencia más pura de la Regla. Uno de los más renombrados monjes cistercienses será san Bernardo, que deseando vivir la vida contemplativa, se encuentra con Cristo que lo llama al servicio de la Iglesia y de los hombres, haciendo de él un viajero incansable.

Si nos centramos en la vida de santo Domingo de Guzmán desde su parte contemplativa, vislumbramos cómo la gracia que el Señor derrama en nuestros fundadores está también en santo Domingo y así nos invitan a vivir una vida marcada por los siguientes rasgos:

1. Oración

- El contacto con sus hermanos los hombres abre a santo Domingo a la experiencia de Dios en Cristo, en la oración y en la contemplación.

- En ese encuentro con la Humanidad de Jesucristo uno aprende a conocerse a sí mismo a la luz de la fe para poder llegar a verse como Dios le ve (encuentro de misericordia) y así acoger al hermano.

- Tanto él como san Bernardo tienen un gran deseo de salvar las almas y sus palabras que eran hablar con Dios o de Dios les llevan a que sus homilías vayan precedidas de mucha oración y grandes penitencias.

- En su oración privada y personal abría su corazón al Cristo sufriente. El amor de Cristo y el amor a los hombres concretos crece en él simultáneamente porque es una misma y única experiencia de Dios.

- La importancia del silencio para poder contemplar, reflexionar, estudiar… Para dejar que el Señor habite en su corazón.

 

2. Vida fraterna y obediencia.

- La fraternidad: construir una auténtica comunidad, verdaderos hombres y mujeres que cultivan la vida afectiva. La obediencia y el formar comunidad es lo que santo Domingo pide a sus frailes. Sobre esto último en la Regla de San Benito: “La obediencia sin demora, sin miedo, sin tardanza, sin frialdad, sin murmuración y sin protesta. Porque la obediencia que se tributa a los superiores, al mismo Dios se tributa”. San Esteban Harding escribirá la Carta de Caridad sobre las relaciones fraternas entre los monasterios.

3. Predicación:

- Es un hombre evangélico. Es predicador porque va directamente al interior de la persona, a su corazón. Escucha, se encuentra y dialoga. San Bernardo, viajero incansable, doctor melifluo y gran predicador.

- Nadie había más alegre que santo Domingo de Guzmán. Se conmovía por la compasión y la misericordia. De corazón alegre, bondadoso, también poseía un sereno equilibrio interior.

- Tanto san Bernardo como santo Domingo sufren con Cristo y en Cristo por quienes viven alejados de Cristo. De aquí nace su deseo de anunciar a todos la Palabra de Dios para salvar las almas.

4. Presencia de la Virgen:

- Santo Domingo hizo popular la devoción del Rosario entre las gentes. Los fundadores de Císter fueron los primeros en dirigirse a la Madre de Dios como Nuestra Señora.

5. Acogida:

Santo Domingo daba cabida a todos los hombres en su abismo de caridad. Era pródigo en atender al prójimo y en compasión para los necesitados. San Benito nos invita a acoger al huésped como a Cristo mismo.

Conclusión:

Nos sentimos llamadas a vivir la oración contemplativa, la fraternidad, la obediencia, el anuncio de la Palabra, la acogida de los hermanos y la devoción a la Virgen.

Que santo Domingo y cuantos nos han precedido en el seguimiento de Cristo nos ayuden a ser luz y sal para nuestro mundo.


Comunidad monástica de Buenafuente del Sistal

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