Santo Domingo de Guzmán en...

Desde la misión

 

 

 

 

Cuando en mi primera juventud, allá por los años 70, leí la biografía de Ntro. P. Sto. Domingo, hubo dos cosas que me llamaban mucho la atención y que me marcaron para siempre: LA COMPASION Y EL DESEO DE MISION.

Nos cuentan los biógrafos que por las noches las pasaba orando y gemía en su oración pidiendo por los pecadores, por los que no conocían a Dios ni experimentaban su amor. Pienso que este es el gran mal de nuestro mundo, la falta de amor. El desconocimiento de un Dios que por amor se ha hecho hombre y se ha entregado hasta la muerte. Hemos presentado a un Dios tan distinto al que se nos revela en Jesucristo. Pero Ntro. Padre si sabía de ese amor y quería que llegase a toda la humanidad. Su corazón se desgarraba cada vez que pensaba en los que Vivian alejados del amor de Dios, o con una imagen de Dios tan distinta.

 


La compasión que le hacía salir de sí mismo, de sus seguridades, de su mundo y ponerse en camino al encuentro de los demás. Al mundo donde se hallaba el necesitado. Nunca tuvo miedo a los cambios, a las aventuras, a la novedad. Porque su corazón estaba lleno del amor de Dios y la compasión por el hermano era su fuerza y su seguridad.

Muy unido a la compasión, y fruto de ella era el deseo de la misión, de ir a la búsqueda del que realmente necesita del amor. Sus biógrafos nos cuentan que se dejo la barba porque deseaba irse a las misiones, a tierras de cumanos. Para mi ser dominico es ser misionero, salir de ti mismo, de tu mundo y de tus seguridades, y ponerte en camino a la búsqueda de todos aquellos que necesitan de Dios, de su amor, de su compasión.

 

Quizás ahora con la crisis se ha puesto más de manifiesto la realidad de marginación que vivimos en este mundo de abundancia. Esta realidad de crisis nos ha hecho mirar hacia las bolsas de pobreza y marginación que hemos creado y que no queremos reconocer. No es mi cometido buscar las causas de la crisis, pero si es nuestro cometido remediar el dolor y el sufrimiento de los marginados que nuestra sociedad ve dejando a un lado. Pienso que es ahí donde Ntro. Padre estaría en estos momentos. Cuando el fundaba un Convento le gustaba hacerlo en las afueras de las ciudades, donde estaban los marginados. Nunca busco estar en los centros de poder o del dinero. Solo busco la luz de la verdad y la sabiduría desde las universidades, para poder iluminar a la humanidad con la fuerza del Evangelio.

En esta sociedad de opulencia cada día son más los que quedan excluidos y marginados. La separación entre pobres y ricos es cada día mayor y nuestra misión es hacer de puente para que el sufrimiento sea el menor posible. Es lo que hizo Ntro. Padre, y lo que tenemos que seguir haciendo nosotros.

 

                                       Pedro Román Sanchez, sacerdote dominico en Neipol. EEUU

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