Santo Domingo de Guzman en...

Poder y fuerza

Santo Domingo de M. Ibertegui OP
Santo Domingo de M. Ibertegui OP

En el cristianismo son santos aquellos que han alcanzado un grado de felicidad plena en Dios, es decir, aquellos que sintiendo al Dios de Jesús en lo más íntimo de ellos mismos se entregaron a la causa del Evangelio y empeñaron sus vidas en ello. La forma en la que lo hicieron no es lo relevante, lo verdaderamente importante reside en la experiencia interior que tuvieron pues es ahí donde radica el compromiso posterior. Domingo de Caleruega fue uno de estos “amigos de Dios” que tuvieron una vivencia interior tan intensa que le fue ya no sólo gratificante sino totalmente gratificadora.

En nuestros días se utilizan dos palabras distintas para hacer referencia a una vivencia interna. Se habla de “poder” cuando la experiencia va de dentro hacia fuera y, por el contrario, se usa la palabra “fuerza” cuando lo que se pretende remarcar tiene que ver con algo que va de fuera hacia dentro. En este sentido, uno puede tener una experiencia interior de unión con Dios, de iluminación, lo que llamamos tradicionalmente experiencia mística que tiene que ver con la palabra “poder”. Por otro lado, uno puede ser interpelado por una vivencia de compasión que llegue uno mismo puede llegar a sentirse tocado en el corazón de su propio corazón y, en este sentido, hablaríamos de algo que tiene que ver con la “fuerza”. En esta línea podemos afirmar que Domingo de Guzmán fue una persona que tuvo una doble experiencia. Sintió en su profundidad el “poder” del amor de Dios cuando cada noche hablaba a Dios de los hombres y se sentía escuchado y, además, sintió la “fuerza” en forma de compasión cuando se dio cuenta que no tenía sentido estudiar sobre pieles muertas mientras las personas se morían de hambre a su alrededor. En definitiva, Domingo se vio alcanzado por Dios en todas sus dimensiones, esto es, desde dentro hacia fuera y desde fuera hacia dentro.

 

Quizá, porque sobre todo se le ha puesto especial atención, siempre ha prevalecido el hacer cosas en favor de los demás sobre la experiencia que puede originar esta actitud o compromiso. En nuestros días se le está poniendo un cuidado especial a redescubrir esa dimensión oculta que tiene que ver con el “poder”. Cuando uno tiene experiencia de sentirse amado no puede más que salir al encuentro del otro para hacerlo partícipe de ella y este es, a mi modo de entender, el matiz de la vida contemplativa dentro del carisma de la Orden de Predicadores. Las monjas recogen y cuidan la experiencia fundante en la cual Domingo ancló el modo nuevo de sentirse cristiano. Desde ella pudo darse cuenta de las necesidades que la Iglesia tenía entonces y comprendió la obligación del estudio y la predicación. Sin las experiencias que irrumpieron en su interioridad, sin aquellas primeras vivencias de Dios en la oración profunda, nada de lo que tuvo lugar después podría haber tenido el impulso y el impacto que llegaron a alcanzar.

 

 

En nuestros días, abocados hacia fuera por la cantidad de realidades diversas que nos interrogan y que además, en muchos casos, son vivencias auténticas de “fuerza”, estamos llamados a encontrar un equilibrio necesario en las experiencias de “poder” que puedan sostenernos y nos permitan dar las mejores y más eficaces respuestas. Santo Domingo nos muestra y regala la suya, en los distintos hitos de su historia personal y espiritual, que siempre puede ser una y otra vez retomada, releída y actualizada para nosotros hoy.

 

                                                                                                    Jose Chamorro

                                                                      (Escritor y columnista del Diario JAEN)

 

                                                                                            http://josechamorro.es/

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