Fray Bruno Cadoré Maestro de la Orden de Predicadores, durante la eucaristía de apertura de la Congregación general de los Jesuitas, Octubre 2015
Fray Bruno Cadoré Maestro de la Orden de Predicadores, durante la eucaristía de apertura de la Congregación general de los Jesuitas, Octubre 2015

En este 31 de julio comenzamos la Novena en honor a nuestro Padre Domingo y como cada año os queremos hacer partícipes de las reflexiones que cada día en la Eucaristía se nos van a ir ofreciendo.

En este lunes donde también comienza una nueva semana, la Iglesia nos ofrece la oportunidad de celebrar la memoria litúrgica de San Ignacio de Loyola. Ignacio y Domingo dos personajes importantes que por miles de motivos en la historia parecen estar en contraposición, pero nada más lejos de la realidad. Y con gran alegría nosotras los unimos y queremos hacer camino de su mano.

Nos encontramos con el Evangelio de esta mañana que quiere resaltar de algún modo lo pequeño y la grandeza del Reino de Dios presente en nuestro mundo. Si nos fijamos una y otra vez se nos quiere llamar la atención que es en lo pequeño, en lo sencillo, en lo mínimo donde Dios obra maravillas, donde Dios se hace presente y donde Dios hace obras grandes, Dios y siempre Dios.

 

Domingo e Ignacio comienzan su obra fundacional  tan solo con unos pocos compañeros, una aventura que por ir de la mano de Dios y para bien de los hombres no solo llega a término sino que crece y crece hasta extenderse por todo el mundo y mantenerse en el tiempo. Hace tan solo unos meses que hemos cerrado el año jubilar de nuestra Orden, donde hemos recordado, celebrado y vivido los 800 años de la confirmación de la misma.

Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores
Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores
San Ignacio de Loyoya, fundador de la Compañía de Jesús
San Ignacio de Loyoya, fundador de la Compañía de Jesús

La compañía de Jesús y la Orden de Predicadores nacen en dos momentos de la historia de la humanidad y de la Iglesia muy distintos, pero a  la vez muy difíciles por las situaciones a nivel eclesial, social y política que se estaban viviendo.  Nacen dos órdenes religiosas para servicio de la Iglesia y de los hombres, dos hombres llenos de la pasión por Cristo y por el Evangelio. El Dulce Nombre de Jesús que tanto como una y como otra han defendido, amado, y dado a conocer allí donde se han encontrado los hijos e hijas de Domingo de Guzmán e Ignacio de Loyola. Dos hombres que hicieron  visible a Cristo presente, pero nos podemos que quedar en lo que ellos hicieron, en lo que ellos amaron, por  lo que ellos lucharon, sino que nosotros, todos los que sentimos en nuestro interior el deseo de seguir a Cristo según sus carismas, tenemos en nuestra manos la antorcha que ellos dejaron encendida en la Iglesia. Esta aventura evangélica nos ha sido dada, para vivir con alegría el seguimiento de Cristo, para soñar junto a Dios con un mundo según su corazón y nos solo para soñarlo sino para llevarlo a la vida, a nuestra vida, al mundo, a nuestro mundo.

 

Igual que Domingo e Ignacio estamos llamados, urgidos a vivir el Evangelio, a dar a conocer a Jesús, Señor de Historia y de los hombres. Con presteza agarremos esta antorcha, hagamos de nuestra vida un vivir amando a Dios y a la humanidad para ser discípulos de Cristo según el carisma del Santo Domingo de Guzmán y de Ignacio de Loyola.

Damos gracias a Dios por poder unir estas dos grandes hombres de Dios, para poder tenerlos como enseñas, como guías y  maestros en nuestro crecimiento espiritual.

 

 

Feliz lunes, hermanos.

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